sábado, 5 de diciembre de 2009
TRAMPA PARA AVIONES
Eran las diez y media de la noche del 29 de enero de 1948, cuando el enorme cuatrimotor inglés de pasajeros Star Tiger comunicó por radio que se encontraba en su ruta, a cuatrocientas millas de Bermudas y rumbo a Kingston, con veintiséis pasajeros y su tripulación a bordo.
El tiempo era bueno y no había ninguna novedad. Éstas fueron sus últimas noticias. El Star Tiger desapareció sin dejar rastros. No hubo ningún otro mensaje ni se descubrió la más mínima huella de accidente, ni siquiera un rastro de aceite en el mar qué lo hiciera suponer. Simplemente se esfumó en el aire con todos sus pasajeros.
Tras abandonar las nieblas londinenses, el Star Tiger, un Tudor IV perteneciente a la compañía British American Airways, había hecho escala primero en Lisboa y después en la Azores.
En la fecha fatídica el avión debía detenerse aún en el aeropuerto de Kindley Field, en las Bermudas, antes de alcanzar su destino: la ciudad de Kingston, en Jamaica.
A las 22,30 Kindley Field captaba un mensaje del capitán Macmillan, el piloto del Star Tiger: "Nuestra posición aproximada: 640 kilómetros al norte de ustedes. Contamos con aterrizar a la hora prevista. Condiciones meteorológicas y mecánicas excelentes".
La llegada a las Bermudas estaba prevista para poco después de la medianoche, pero el avión, tras el mensaje del capitán Macmillan, no volvería a dar señales de vida.
Treinta aviones, diez barcos y más de un millar de hombres partieron en búsqueda del Star Tiger. Pero el avión había desaparecido para siempre junto con los tripulantes y los pasajeros. Jamás se encontró ningún resto, ninguna huella, nada, absolutamente nada.
El informe sobre la investigación realizada concluyó con un escueto "parece que una causa exterior puede más que el hombre y que la máquina".
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